Otra vez armas por plata
El gobierno ha lanzado un intercambio de armas de fuego por dinero. La cuestión fundamental es determinar hasta dónde esta ley es efectiva para bajar el delito y los índices de mortalidad por disparos y hasta dónde es funcionar a los propios criminales. Las experiencias anteriores no arrojaron resultados destacables. Cabe ahora saber si se hace por oportunismos preelectoral o se busca crear conciencia. En cualquier caso quedan las sospechas de que no es un mecanismo eficaz.
Una vez más se puso en funcionamiento el extraño mecanismo de cambiar armas por dinero, que impulsa el gobierno como una forma de reducir (a su criterio) las muertes y los hechos delictivos atribuidos al uso de armas por particulares.
Personalmente he visto en más de una oportunidad la implementación de planes similares y lamentablemente debo decir que en mi opinión es como darle una aspirina a un enfermo terminal y si bien, todo lo que ayude a bajar el índice de criminalidad o muertes por accidentes debe ser bienvenido, el programa de cambio de armas por dinero lejos de contribuir en ese sentido y de bajar el porcentaje del delito, tiene varios agujeritos por donde hace agua.
Sin abordar en profundidad una temática tan compleja como la seguridad, cosa que además debe ser tema de los entendidos en la materia, quiero hacer referencia a este impulso irresistible que tienen los gobiernos, lo hicieron con mayor o menor empeño (pero sin éxito) Alfonsín, Menem, Duhalde y ahora Kirchner, de combatir el delito desarmando a la población, cosa que además no lo logran como es lógico suponer.
Negocio para el crimen I
Pagando entre 30 y 125 dólares (100 y 400 pesos) por arma como lo está haciendo el gobierno actualmente alienta dos aspectos bien determinados de la ilegalidad: el tráfico de armas “marcadas” y la desaparición de pruebas.
La norma que reglamenta la entrega de armas exime al tenedor (o sea quien la entrega) de identificarse en el momento de hacer el depósito y cobrar el dinero cuyo valor lo fija unilateralmente y a criterio personal el funcionario de turno.
Este mecanismo facilita a los tenedores de armas “marcadas” deshacerse de ellas de la manera más fácil y lícita posible , pues se la entregan en guarda o destrucción a la propia autoridad que debiera secuestrarla para buscar al homicida, y encima, les pagan.
Para ser más puntual y preciso: si alguien ha utilizado una pistola para cometer uno o más crímenes, hecho a partir del cual se supone que los rastros balísticos pueden determinar la procedencia del disparo y ubicar el arma, la cual se encuentra generalmente en forma casual como producto de allanamientos o detenciones por otros delitos, ahora sólo basta que el delincuente se acerque a uno de estos centros de “intercambio”, entregue inocentemente el “fierro” por el cual recibirá una compensación monetaria y de esta manera se deshace de un gran problema; porque precisamente aquellas armas con las cuales se han cometido varios delitos suele no tener valor en el mercado entre los delincuentes porque se las considera “marcadas”. En este caso, la ley es una variable inagotable de posibilidades para que desaparezcan las herramientas del delito.
En el mismo sentido si un criminal ha cometido un homicidio con un arma, puede acudir a estos centro sumideros de pruebas e inmediatamente de consumado el hecho hacer desaparecer allí la maquinaria que de otra manera tendría problemas para esconder y/o deshacerse de ella sin dejar rastros.
Si algunos de los que todo lo explican desde el gobierno, dijera que las numeraciones están registradas en un padrón policial de armas con orden de captura, lo cual impediría (en teoría) que sucediera lo antes descrito, digamos que de acuerdo a la nueva iniciativa el delincuente puede limar la numeración del arma antes de llevarla y en el punto de entrega no se le preguntará nada, porque tal como dice la ley y difunden los funcionarios propiciantes, la acción es voluntaria, anónima y con contraprestación monetaria. Un negocio redondo para los chorros.
Negocio para el crimen II
En general en cada uno de estos operativos que se abrieron en distintas épocas políticas del país y que después cayeron por su propia inutilidad, se comprobó que las armas que se entregan son las de más bajo valor comercial y aquellas que puntualmente un ladrón profesional, un criminal o un “Killer” o “Sicario” no elegiría jamás.
Tal como pude observar en imágenes televisivas en épocas de Duhalde-Miguel Angel Toma había un fotograma donde aparecía la cabeza del político montándose en la falacia de la disminución del crimen, mientras detrás suyo los fierros ingresaban en un crisol de fundición. Quien tiene idea de armas sólo por las formas inclusive, en aquel momento se daba cuenta que las que se destruían eran pistolones de municiones de baja calidad, rifles monotiros de bajo calibre, revólveres y pistolas de aleaciones de bajo precio o antiguas y en general todo tipo de bienes de descartes o que no tienen significación para el delincuente profesional, excepto para aquellos que pueden provocar un crimen de forma espontánea, circunstancial y sin planificación.
“Fierros” de elite
En cambio, en aquella oportunidad y como está sucediendo ahora, no se contabilizaban entre los elementos a destruir revólveres de alto poder y precio (Smith & Wesson, Colt Phyton, Anaconda, Ruger etc) ni pistolas como una Beretta, Tanfoglio, Colt, Glock etc, ni fusiles y subfusiles como FAL, PA3, Uzzi, H&K, M-10 y otras de este tipo y aún más sofisticadas que se encuentran en poder de mucha gente en el país y particularmente de los delincuentes relacionados con el narcotráfico, los secuestros y la trata de blancas.
El colmo de la mentira lo pude visualizar hace unos días en un avance de la noticia en televisión (TN) en la cual hablaba un funcionario de una denominada “ Red Argentina para el Desarme ”, donde relacionaban las palabras en off del entrevistado con imágenes de distintas armas y municiones supuestamente (nadie dijo en la nota: son éstas)“entregadas” por la gente. Allí se mostraban revólveres de más de 1000 dólares de precio de venta en el mercado, pistolas que cuestan 2.800 pesos, escopetas de alto calibre (12,7) y fusiles con valores similares o superiores.
Si eso era una recreación nadie lo dijo. La nota dejaba entrever que se trataba de las armas entregadas, pero no lo aclaraba expresamente. Si en realidad se desea hacer un trabajo transparente creo que sería interesante que el Estado detalle en una página web las armas que entregan, los números si lo poseen, las características principales y una pequeña foto de la misma, donde cualquier particular vea y compruebe cuáles son las armas de fuego que han “desaparecido” del mercado y que nunca más volverán a ser utilizada por nadie. Pero eso no es posible; la norma no lo contempla, obviamente.
No son pocos los militares, funcionarios, políticos y amigos que colgaron en los quinchos de sus casas muchas armas antiguas que algunos incautos entregaron en los años en que el gobierno de la dictadura militar obligó al desarme público. El latrocinio de los militares en aquel momento llevó a la gente de más edad a no creer en estas soluciones mágicas y advierte muy poca claridad en estos mecanismos que intentan desarmar a la sociedad con la excusa de bajar la delincuencia.
La casa por el techo
Desarmar a la población sin combatir el tráfico ilegal de armas es como comenzar una casa por el techo, cuando lo lógico, y respondiendo naturalmente a la ley de gravedad es que se empiece desde los cimientos hacia arriba. Con este problema de las armas sucede algo parecido. En vez de sumar los esfuerzos para quitárselas a los criminales el Estado se ocupa de desarmar a la población para dejarla a merced de los chorros, habida cuenta que de ninguna manera se implementan paralelamente políticas de seguridad que le de a la gente la protección que les quieren quitar anulando el mecanismo lícito y constitucional de la autodefensa ante la ausencia del estado en ese rol.
" Del total de homicidios con armas de fuego sólo el 25% corresponden a robos, por lo que hay un 75% de homicidios por armas de fuego que tienen que ver con accidentes, conflictos interpersonales o suicidios ", dijo a BBC Mundo Juana Escúfalos, coordinadora de la Red Argentina para el Desarme.
Lo que esta mujer dijo muy suelta de cuerpo suena, además de increíble, refutable. En primer lugar la señora no cita las fuentes científicas de donde se hayan extraído los valores porcentuales de los que habla y desnuda una clara tendencia a minimizar la peligrosidad de las armas en manos de los delincuentes, porque tal como está presentado el panorama estatal, todos nosotros somos más peligrosos que los delincuentes que a la postre resultan ser más cuidadosos con las armas, aún cuando las usen para matar a la población.
Si “solo” el 25% de las muertes son homicidios por robos, significa que el otro 75% de las muertes con armas es porque la población es inoperante, descuidada y tanto o más peligrosa que ese 25% que las mata a conciencia. Es a partir de este razonamiento lineal que el estado admite que quitándole las armas a ese 75% ya no tendrá de qué preocuparse porque el combate contra las armas quedará acotado a ese 25% de los que matan en condición de robo, que en definitiva no son tantos en comparación con el resto de la población que quedará desarmada. Desopilante.
La premisa además de ser falaz y engañosa no tiene ningún sustento probatorio y parte de cifras antojadizas que a simple vista se descubren como falsas. El artículo señala “ En Argentina, de acuerdo con el Registro Nacional de Armas (Renar) habría unos 2 millones de armas registradas y unas 150.000 circularían ilegalmente, aunque organizaciones que tratan el tema señalan que las armas sin registro podrían ascender también a 2 millones”.
Dos cosas simples para analizar: el diario nacional habla que el Renar “tendría” 2 millones de armas registradas y unas 150 mil circularían ilegalmente, pero a priori las armas sin registros podrían ascender a 2 millones (¿?) ¿No es una brecha demasiado significativa de duda la que expone el artículo? ¿No será que en realidad las autoridades nacionales no tienen ni idea de cuántas armas hay registradas y mucho menos cuántas pueden haber en el circuito ilegal?.
Con este grado de seriedad y certeza para manejar los datos, la ignota señora Escúfalo de otra ignota organización definió que hay un 75% de la gente con armas que es más peligrosa que los ladrones que matan en ocasión de robo.
" No tenemos una visión ingenua de que los índices de inseguridad son bajos , explicó, pero sabemos que la resolución individual de comprar un arma no es la solución. Antes de servirle para su propia protección, hay más posibilidades de que la persona pueda salir herida o muerta por no saber usar el arma o que termine en el mercado ilegal " añadió en el reportaje a la BBC.
Una aclaración. Yo pienso que si esta mujer como dijo, pensara que los índices de inseguridad son bajos no es ingenua, merece otro calificativo. Y por otro lado ¿Quién es ella para determinar que la persona que compra un arma es alguien inconciente o irracional?. En todo caso hay algo que ella no se plantea y es que la responsabilidad primaria de que una persona compre un arma y pueda o no usarla convenientemente es del Estado que posee una legislación deficiente en la materia a la hora de que alguien adquiera un arma o bien el propio Estado no efectúa los controles obligatorios.
Aplicando el mismo razonamiento de Escúfalo no habría que vender autos porque hay más posibilidades de que la persona pueda salir herida o muerta por no saber usar el automóvil. Esta esquizofrénica manera de justificar todo por la vía de la catástrofe constituye en realidad un argumento poco inteligente para solventar un hecho poco razonable como pensar que comprando las armas de la calle, se van a sacar las armas de la calle y por analogía va a bajar el delito y las muertes en la Argentina.
Una experiencia similar en brasil en el año 2005 logró bajar menos del 3% las muertes por armas de fuego recolectando de éstas, unas 500 mil y sin embargo un censo criminalístico en el 2007 indicó que la potencia de fuego de las bandas y las patotas había crecido más de un 20% en el último año, es decir se han tecnificado logrando actualizar su arsenal producto de la retroalimentación del mercado ilegal al desaparecer las armas más obsoletas o de “circulación restringida” o “marcadas” que fueron sustituidas por las que insertan en el circuito ilegal los traficantes locales.
No todo es lo mismo
El mercado urbano de armas se divide al menos en dos sectores, las armas convencionales y de venta rápida como pistolas ligeras y revólveres de bajo calibre ( 22, 32 o 38) escopetas generalmente adaptadas y armas modificadas para algún tipo de delincuencia especial (motoqueros, salideras bancarias, robos a comercios o en la vía pública), luego hay un mercado de armas menos convencionales tanto en poder como en costos, donde se inscriben las de mayor calibre, mayor capacidad de fuego y en esta gama están los fusibles automáticos, las pistolas ametralladoras, las pistolas automáticas con cargadores extendidos y todo tipo de munición, incluyendo la antiblindaje. En este caso el nicho de venta es el más “profesionalizado” y se incluyen los salteadores bancarios, de camiones de caudales, piratas del asfalto, los secuestradores etc.
El Estado no puede controlar ni uno ni otro. Sin embargo con esta modalidad de cambiar armas por dinero, además de facilitarles a los criminales la eliminación de pruebas incriminatorias, les permite que con la venta de dos o tres armas del primer segmento adquieran al menos una del segmento de armas superiores. Es decir que los jerarquiza en vez de anularlos.
En la práctica esto significa que por ejemplo, un delincuente pueda acudir con dos revólveres calibres 38 y una pistola calibre 45 que no son las armas más buscadas por los criminales porque presentan recarga lenta, capacidad de amunicionamiento reducida y pesan mucho, y logre por ejemplo, la suma de 200 dólares por el conjunto.
Con ese dinero en el mercado ilegal el delincuente puede adquirir una Beretta 9 mm de 13 disparos o dos PA3 (Pistola Ametralladora nacional) y según el “proveedor” que elija, si es en zona de frontera en el norte del país, un FAL municionado.
Quiere decir que el Estado le ha facilitado a un criminal no solo que elimine su herramienta delictiva sino que dé un salto cualitativo en su poder intimidatorio que lo pondrá en un nivel de mayor peligrosidad para la sociedad. Mientras ello ocurre el mismo Estado trata de convencer a la gente que entregue sus armas lícitas y los amenaza con cárcel a quien sorprenda luego de armisticio con una de ellas en su casa.
Responsabilidad del Estado
Es ridículo que el Estado persiga a los legítimos usuarios porque están plenamente identificados como portadores de armas. Va de suyo que ninguna persona normal va a cometer un delito con un arma registrada a su nombre y si ello ocurre la policía tiene en sus manos un elemento irrefutable para encontrar al responsable. Sin embargo, estas organizaciones impulsoras de las campañas no dicen es que en realidad a la gente la mata el volumen de armas que están en manos de los delincuentes y que de acuerdo a estimaciones de la Cámara Argentina de Armeros triplica en número a las del circuito legal.
Quiere decir que para combatir la inseguridad el gobierno demoniza a quien compró lícitamente y con su dinero un arma, realizó la papelería poco sencilla, pasó los test de aptitud, demostró tener un medio de vida lícito, equilibrio emocional, no poseer antecedentes penales y demostró idoneidad para su manejo; al menos estas son las exigencias obligatorias para un legítimo usuario. Si el Estado ahora dice que el propietario de un arma registrada no cumple con estos requisitos es porque falla el propio Estado en sus regulaciones como órgano de aplicación y control.
Por todo esto y por muchísimas cuestiones que hacen a la circulación y venta de armas en el mercado negro, las campañas de desarme de la sociedad son solo una medida distractiva para cambiar el eje de la discusión sobre la inseguridad. Los gobiernos intentan dar un golpe de efecto mediático que produzca una sensación térmica de que se está combatiendo la inseguridad, cuando en realidad ésta se ha salido de los cauces normales de su control. En los momentos de mayor inseguridad aparecen estas campañas, pero nunca se ha visto la aplicación de políticas serias en materia de combate al tráfico de armas o la droga en nuestro país, cuestiones éstas que junto con la prostitución corren en paralelo y trasvasan sus ganancias muchas veces solventados por la propia corrupción del poder.
Creo que la gente debe mirar un poco más allá de la nota de color donde un par de señores y alguna “Fundación” ocasional acopian armas a cambio de dinero con la excusa de combatir la falta de seguridad en las calles. Hay que exigirle al gobierno que implemente reales políticas de Estado en materia de control y combate de la delincuencia. Si existiera una verdadera preocupación por parte del Ministerio del Interior, seguramente por acto reflejo mucha gente abortaría la necesidad de tener un arma en la casa. Pero mientras el ciudadano común siga viviendo en la anarquía que imponen los delincuentes que se han hecho dueños de las calles, a nadie se le puede sugerir y menos prohibir que no tenga un arma para su protección.
Como una paradoja mientras el vecino recibe por los medios los argumentos de la campaña de recolección de armas civiles, en otro noticiero ve como se descubren casi por casualidad enormes cargamentos de fusiles o mecanismos de armas de guerra que se trafican en Buenos Aires.Se escucha por allí que desde algún regimiento o de Fabricaciones Militares salieron armas con rumbos desconocidos, se entera que una abogado en Capital Federal tenía en su poder una M-16, un AK-47 y vaya a saber cuántas más de este tipo y no puede menos que preguntarse dónde está la gran preocupación del gobierno por la inseguridad y el combate del delito, cuando se entretiene desarmando a la gente en vez de perseguir a los criminales. (Agencia OPI Santa Cruz)
Fuente:
[Diario de El Bolson BW]
Ética y moral de la libertad de armas
Un hombre con un arma puede controlar a cien sin ellas.Vladimir Ilych LeninEste año marcará un hito en la historia. Por primera vez una nación civilizada tiene un completo registro de las armas. Nuestras calles serán seguras, nuestra policía más eficiente y el mundo seguirá nuestro liderazgo en el futuro.Adolf Hitler, 1935Todo buen comunista debería saber que el poder político crece en el cañón de un arma. El partido comunista debe controlar las armas.Mao Tse TungLa naturaleza de las armas
En el curso de mis reflexiones sobre el valor de la libertad y las razones para defenderla he logrado deshacerme de alguna de mis incoherencias, en las que veía conflictos entre este ideal y otros que son también importantes para mí. Sí, la libertad es siempre deseable, pero ¿hasta el punto de dejar que dañe al medio ambiente? ¿Hasta el punto de no perseguir el tráfico de drogas, con las muertes que produce? He de decir en mi descargo que nunca permití que mi amor a la libertad quedara traicionado por otro tipo de consideraciones. Además me desembaracé de estas y otras alucinaciones con acopio de honradez intelectual y algunas buenas lecturas. Sólo un asunto me ha hecho vacilar en la defensa de la libertad individual, y es el que se refiere al derecho de poseer y portar armas. Y el argumento que me llevó a ello ha sido principalmente de carácter ético.
Lo primero que debemos hacer notar es cuál es la naturaleza del arma, que es doble. Desde luego es ofensiva, ya que ese es el propósito inmediato para el que son creadas. Su propio diseño les hace medios adecuados para hacer daño a un tercero, de las formas más diversas y en distintos alcances, según el arma de que se trate. Pero una de las características de los individuos es que son capaces de descubrir nuevos usos en los medios con los que cuenta, y muy pronto se descubrió que su propio carácter ofensivo le confiere otro defensivo, del que es inseparable. La simple amenaza del uso de un arma, o el hecho de dar a conocer que se posee, son medios perfectamente adecuados para defenderse, ya que los posibles invasores se dan cuenta del peligro en el que pueden incurrir si, finalmente, dan el paso de realizar una acción violenta contra quien está armado. Por tanto, las armas tienen un doble carácter, uno ofensivo y el otro defensivo.
A ello hay que añadir que lo importante no son los medios, sino el uso que se haga de ellos
1. La posesión de un arma no predispone a un uso ofensivo de la misma. Además, su uso defensivo no necesita ser llevado hasta sus últimas consecuencias. Un estudio afirma que en los Estados Unidos se hacen cerca de tres millones de usos defensivos de las armas de fuego sin necesidad de realizar un solo disparo. La otra cara de este razonamiento es la comprobación de que hay medios que no están especialmente destinados a un uso armamentístico o dañino y, sin embargo, se le confiere este fin. El gas no es esencialmente malo, pero su uso resultó letal en manos del gobierno nacional socialista en Alemania. En España, las muertes de mujeres a manos de sus esposos o compañeros se realizan con todo tipo de utensilios que podemos encontrar en cualquier hogar.
Por otro lado hay una distinción entre dos tipos de armas que, como ha destacado correctamente Murray Rothbard, tiene importantes consecuencias éticas, y es la que hace referencia entre aquellas que pueden discriminar el objeto de su acción y las que no. Entre las armas de destrucción discriminada y las de destrucción masiva. Mientras que las primeras pueden ser dirigidas sólo hacia quienes han invadido nuestros derechos o amenazan con hacerlo, las segundas no pueden limitarse a ese objetivo, por lo que también acabarían con la vida de numerosas víctimas inocentes que no han iniciado ninguna acción ofensiva contra quien las usa, sin que lo pueda evitar. Por tanto su uso será siempre injusto, independientemente de la voluntad de quien lo ejerza. Las armas de uso discriminado son las propias de los individuos y las de destrucción masiva, de los estados
2.
Razones éticas en favor de la libertad de armas
Hechas estas primeras consideraciones se puede iniciar la defensa de carácter ético de la libertad de armas, que se sustenta, por paradójico que parezca en un principio, sobre la base del derecho a la vida. Este derecho no puede ser enteramente abstracto, sostenido sobre sí mismo, ya que el mismo mantenimiento de la vida depende de las acciones que tomemos para preservarla. A diferencia de las plantas y animales, las personas tienen la capacidad de utilizar la razón y seguir un curso de acción u otro, del que dependerán tanto las posibilidades de mantener su vida como la calidad de la misma. El carácter no automático de la lucha por la vida implica que el derecho a la misma no es distinto del de tomar las medidas que el individuo considere necesarias para mantenerla y mejorarla. Si se le limitan las posibilidades de acción, si se le prohíbe luchar para mantenerse, el derecho a la vida se vacía de contenido; se le niega, al final, el mismo derecho a vivir, que es el de procurarse los medios para mantenerla.
El hombre se enfrenta a peligros constantes, unos provenientes de la naturaleza, otros de la vida en sociedad. Por ello, una de las tareas más esenciales de la actividad humana es la protección contra esos peligros, o esas amenazas. Dentro del ámbito de la sociedad, es un hecho que se cometen crímenes contra las personas y sus derechos. Puesto que el derecho a la vida y a lo que ha obtenido con su actividad es entera y exclusivamente suyo, el derecho a defenderlas también. Puede ejercerlo él directamente, como titular del derecho a su propia defensa, o puede, por otro lado, contratar un servicio de protección de un tercero. Pero el de la defensa, como el resto de los derechos esenciales de la persona, es privativo e inalienable.
El siguiente paso es el que va del derecho a la defensa al de la propiedad y uso de las armas, sobre el principio de que el ejercicio de los derechos comprende el uso de los medios que el actor considere más adecuados al mismo. En el caso de la defensa, las armas de uso discriminatorio se ajustan idealmente a ese propósito. Las armas son el mejor y, en ocasiones, el único medio adecuado para la defensa frente a una acción violenta. Del mismo modo que la negación del derecho a seguir los pasos que aseguran la propia vida vacía de contenido y anula el derecho a la misma, la negación de acudir a los medios adecuados para defenderse supone la negación del derecho de autodefensa. En definitiva, la prohibición del derecho a portar y usar armas supone una negación sustancial del derecho a la vida.
El derecho a las armas no tiene como tal ningún objetivo, ya que se sustenta por sí mismo. Pero apunta a la desaparición de los criminales, de los que viven de violar los derechos individuales, de los cuales el de portar armas sirve como defensa. Pues si la ley prohíbe la posesión de armas, sólo quienes no la respetan dispondrán de ellas. Los datos recogidos en varios países, especialmente en los Estados Unidos, muestran que cuanto mayor es la libertad de armas menor es el índice de delincuencia
3.
Por otro lado, la libertad de armas tiene un alcance mayor que el de la lucha contra el crimen y que deriva del hecho de suponer un medio eficaz contra la tiranía. Esta idea ha sido expuesta por los pensadores más diversos. Muchos autores se han percatado de que una república no podría durar sin una ciudadanía armada. Podemos citar a Aristóteles
4, Cicerón, Maquiavelo, el Padre Mariana, Montesquieu, Beccaría, John Locke, Sydney… Miremos como ejemplo a lo que pensaban los Padres Fundadores de Estados Unidos, los que crearon la Constitución que ha sido, seguramente, la mayor fuente de libertad de la historia. Patrick Henry afirmó: "guárdese con celosa atención la libertad pública. Sospéchese de quien se acerque a esta joya. Desafortunadamente, nada podrá preservarla sino la fuerza más descarada. Si abandonas esa fuerza, estás arruinado… El verdadero objetivo es que todo hombre esté armado… Que cualquiera que sea capaz, posea un arma". El modelo de Thomas Jefferson para la Constitución de Virginia (que en su versión definitiva recoge la primera y mejor Declaración de los Derechos del Hombre) rezaba: "A ningún hombre se le privará del uso de las armas en su territorio o en su hogar". John Adams habló a favor de las "armas en manos de los ciudadanos, para que sean utilizadas a la discreción… en la autodefensa privada". La libertad de armas es sostén de otras libertades. De ahí la lucha contra su uso.
Los liberticidas también se han dado cuenta de la relación entre la libertad de armas y el resto de libertades. Un conspicuo defensor del control de armas, Adolf Hitler, afirmó prudentemente que "El error más tonto que podríamos cometer sería permitir a las razas sometidas la posesión de armas. La historia demuestra que todos los conquistadores que han permitido a las razas sometidas la tenencia de armas estaban preparando su caída al hacerlo. De hecho, iría tan lejos como para afirmar que proveer de armas a los perdedores es condición sine qua non para el derrocamiento de toda soberanía". Esta afirmación demuestra, además, que el propio Hitler había reflexionado sobre un asunto que le concernía directamente y llegó a una conclusión razonable y premonitoria de nuevas situaciones análogas
5. Otro gran líder del socialismo del siglo XX, éste del bando comunista, Joseph Stalin, dijo que "Si la oposición se desarma, bien está. Si se opone a ello, la desarmaremos nosotros mismos". Heinrich Himler apuntó que "Los alemanes que deseen utilizar armas deberían afiliarse a las SS o a las SA.
Los ciudadanos ordinarios no necesitan las armas, ya que la posesión de armas no resulta de utilidad al Estado".Hagamos un breve repaso a la historia del siglo XX para darnos cuenta de la relación entre tiranía y control de armas. En 1866 y 1911 se reformó el artículo 166 del código penal en Turquía para acabar con la libertad de armas, y este último cambio facilitó al estado acabar con entre un millón y un millón y medio de armenios entre 1915 y 1917. La tiranía comunista en Rusia acabó formalmente con la libertad de armas en el artículo 182 del código penal en 1929. De hecho habían violado ésta junto con otras libertades desde 1917, abriendo paso a un genocidio de 20 millones de vidas. El doce de abril de 1928 se aprobó en Alemania la Ley de Armas y Municiones, reforzada en un sentido mucho más progresista, diríamos hoy, el 18 de marzo de 1938
6, como parte de la aplicación del programa socialista de Hitler. Su régimen acabó con la vida de 7 millones de personas, si nos limitamos a las muertes debidas a la pura represión.
Con el régimen de Hitler no desapareció la ideología contraria a la libertad de armas, ya que el nacional socialismo no es la única ideología liberticida. La llegada al poder del partido comunista chino le permitió hacer uso de la reforma del código penal de 1935 que acababa con la libertad de armas, acabando con la vida de 65 millones de personas. La prohibición del uso de las armas se reforzó en China a partir de 1966. El Decreto 36 de 25 de noviembre de 1871 restringió el uso privado de las armas en Guatemala, que quedó prohibido desde 1964. Cuatro años antes se había iniciado una auténtica persecución contra los indios mayas que cesó en 1981, con el resultado de la pérdida de 100.000 vidas. En 1955 se decretó la Ordenanza de las Armas en Uganda, que se reforzó en 1970, a las puertas del inicio de una masacre dirigida contra los católicos que se inició el año siguiente, logrando extinguir a 300.000 de ellos. Los artículos 322 a 328 del código penal de Camboya, reformados en 1956, permitieron al régimen de los Jemeres rojos acabar con dos millones de personas sospechosas de haber recibido alguna educación, un cuarto de la población total del país, en el curso de cuatro años, de 1975 a 1979.
Ni en los Estados Unidos ni en Suiza son imaginables estas atrocidades, y sus sistemas democráticos están fuertemente asentados, no ya por la acendrada creencia democrática de esos pueblos, sino porque los ciudadanos cuentan con los medios para defenderse si se produjera un ataque a la democracia y sus libertades
7.
La capacidad de defensa de una comunidad armada frente a otra agresora puede ser más poderosa de lo que podamos pensar en principio. Merece la pena recordar el caso del barrio judío en Varsovia, especialmente en palabras de Theodore Haas, superviviente del campo de concentración de Dachau: "Para mí no hay duda de que se podría haber salvado a millones de vidas si a la gente no se le hubiera lavado el cerebro sobre el control de armas, y hubiera estado bien armada. Quienes odian las armas siempre quieren olvidar la sublevación del gueto de Varsovia, un ejemplo perfecto de cómo un grupo medio hambriento de judíos tomaron 10 armas y echaron a los nazis". La misma persona reflexiona diciendo "Antes de que Adolf Hitler llegara al poder había un mercado negro de armas, pero el pueblo alemán estaba tan acostumbrado a cumplir la ley que nunca consideraron la compra de armas sin registrar. Los alemanes creían sinceramente que sólo los gamberros poseían armas. ¡Qué tontos fuimos! Sólo me aterroriza ver cómo el Gobierno, los medios de comunicación y varios grupos políticos en Estados Unidos están luchando por la misma idea".
Razones morales en favor de la libertad de armas
Aunque el argumento definitivo en defensa de la libertad de poseer y utilizar armas es el ético, hay motivos morales que refuerzan esta defensa que no deben dejarse de lado. La libertad es favorable a las virtudes morales, ya que su ejercicio está inextricablemente unido a la responsabilidad individual. Ambos valores fomentan la dignidad del individuo y la igualdad entre todos ellos en el juicio moral de su comportamiento, una idea típicamente occidental. También se fomenta el apoyo a los débiles y la solidaridad personal. Un fenómeno conocido de antiguo dentro del estudio de la libertad de armas es el denominado "buen samaritano"; y consiste en que las comunidades con libertad de armas son más proclives al socorro del vecino, en situaciones de apuro. Un reciente libro recoge que "Un estudio de los ciudadanos que han salvado a víctimas de crímenes o han arrestado a criminales violentos ha hallado que esos "buenos samaritanos" eran dos veces y media más probable que fueran armados a que no lo fueran"
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El caso de la libertad de armas no es distinto. Se sabe, por ejemplo que las comunidades sin restricciones en el uso de la libertad de armas son más proclives a la solidaridad en la defensa de los vecinos y al apoyo de quienes son más débiles. Valga como ejemplo lo que ocurría en dos de las ciudades del oeste americano (Aurora y Bodie) más conocidas en el siglo XIX por la violencia y el crimen, pese a que los niveles de estos males nos parecerían, con los cánones actuales, sorprendentemente ridículos. En estas ciudades, las mujeres podían pasear por delante del salón, o por las más oscuras calles, con total libertad, seguras no ya de que no serían violadas o agredidas, sino de que ni el más zafio de los rufianes les dirigiría una mala palabra, ya que sabía a lo que habría de enfrentarse. No hacía falta que ninguna de ellas se tomara la molestia de defenderse
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Otra de las consideraciones morales que cabe formular en favor de la libertad de armas es la de la igualdad. En Estados Unidos, una de las libertades negadas por los blancos racistas a los negros es la de tenencia de armas, no fueran a defenderse de los ataques de los más radicales. Las leyes les han negado el derecho a defenderse hasta que la 14ª Enmienda garantizó a todos los ciudadanos, incluidos los esclavos libertos, a todos los derechos constitucionales. Entre estos está el que asegura la Segunda Enmienda, el de tener y portar armas. La ideología de supremacía de la raza blanca logró entonces nuevos éxitos y se impusieron gracias a la presión de estos grupos las primeras legislaciones de control de armas. El deseo de controlar la población negra es el principal motivo de esta legislación restrictiva. El Ku Klux Klan se encargaba de hacerla efectiva, haciendo batidas por las casas de los negros, a los que desarmaba para así dejarlos indefensos.
Es también el caso de las mujeres. Un slogan de un grupo feminista reza así: "El hombre y la mujer fueron creados iguales y Smith & Wesson se ha asegurado de que permanezcan así". Smith & Wesson hace referencia a una marca de armas de fuego. Otra frase famosa es la de "Dios creó a hombres y mujeres y el Coronel Colt los hizo iguales". Como prueba de que estos lemas no están lejos de la realidad, se puede ofrecer el caso que se produjo cuando un pavoroso aumento de las violaciones en Orlando, Florida, llevó en 1966 al Ayuntamiento a lanzar una campaña de enseñanza a las mujeres a utilizar las armas de fuego, que alcanzó a 2.500 personas. El número de violaciones decreció en un 88% al año siguiente (la única ciudad de los Estados Unidos en que decreció este tipo de delito) y los robos a las personas un 25%. No se produjo ni un solo disparo. Cinco años después de la implantación del plan, el número de violaciones era un 13% menor que antes del plan, mientras que en las zonas metropolitanas de ciudades cercanas había crecido en un 306%.
En definitiva, las armas son un método eficaz, inmediato y barato para la defensa personal, que es más necesario para las minorías más indefensas, las que cuentan con menos medios y a las que llega con menos efectividad la protección de la policía.
No se agotan aquí las razones que se deben esgrimir en favor de la libertad del uso de las armas, ya que desde un punto de vista estadístico está demostrado que las armas salvan vidas y son el medio más eficaz contra los crímenes. Pero esa es materia de otro artículo.
1Séneca recordó que "la espada nunca mató a nadie. Es un instrumento en las manos del asesino".
2George Orwell, en su obra You and the Atomic Bomb, de 1945, escribió que "los rifles, los mosquetes, las ballestas y las granadas de mano son armas inherentemente democráticas. Un arma compleja hace al fuerte más fuerte, mientras que un arma sencilla –en la medida en que no haya respuesta a la misma- da garras al débil". La idea de Murray Rothbard se puede encontrar en "La Ética de la Libertad", Madrid, Unión Editorial.
3Esta relación ha sido especialmente estudiada por John R. Lott en su "More Guns, Less Crime", University of Chicago Press, Chicago. Segunda edición, Julio 2000.
4"Los oligarcas y los tiranos desconfían de la gente, y por tanto les privan de sus armas".
5La causa del control de armas tiene también sus mártires. Wilhem Frick, ministro del interior del Tercer Reich, autor de la regulación que se menciona en la nota siguiente, fue ejecutado en 1946 en Nurenberg.
6"Queda prohibida a los judíos la adquisición, posesión y porte de armas de fuego y de munición, así como de porras y armas punzantes. Aquellos que posean armas y munición han de entregarla a la autoridad local de policía". Regulación contra la posesión de armas por Judíos, 11 de noviembre de 1938. En 1935 ya se habían iniciado los cambios legislativos en contra de la libertad de armas.
7Maquiavelo afirmó en El Príncipe, escrito en 1532, que "los suizos están bien armados y disfrutan de una gran libertad". Así ha sido hasta la actualidad. El mismo autor señaló que "Roma permaneció libre durante cuatrocientos años y Esparta durante ochocientos, aunque los ciudadanos estaban armados en todo momento; pero muchos otros estados que han sido desarmados han perdido sus libertades en menos de cuarenta años". Por otro lado, después de los párrafos anteriores se entiende mejor la frase de Mahatma Ganghi: "Entre las muchas fechorías que el Imperio Británico en la India, la historia mirará la de privar de armas a toda una nación como la más negra de todas ellas".
8Armed. New Perspectives on Gun Control. Gary Kleck & Don B. Kates. Prometheus Books, Nueva York, 2001.
9Robert A. Heinlein ya afirmó que "Una sociedad armada es una sociedad educada". Este ejemplo muestra cómo en una comunidad en la que los individuos pueden defenderse por sí mismos, los sectores en principio más débiles pueden contar con defensa.
Autor:
José Carlos Rodríguez
La libertad de armas salva vidas
I. Planteamiento
Las políticas públicas levantan pasiones, y si la libertad de armas es una excepción es sólo por la virulencia de las mismas. Las armas no nos sugieren sino violencia, muertes o heridas, crímenes, o situaciones en absoluto agradables. Su referencia despierta miedo, cuando no asco. Pero ni el miedo ni el asco o el rechazo son un buen compañero para quien desee acercarse con honradez en los problemas que suscita la posesión de armas de fuego. Que además son de enorme importancia, ya que se refieren a derechos fundamentales de la persona, como el derecho a la vida, a la autodefensa o a la propiedad. Y tienen claras implicaciones en las libertades públicas y en la evolución del crimen. Este papel intentará exponer el veredicto de la criminología actual sobre los efectos del control de armas, con constantes referencias a los datos y la historia.
Lo primero que habría que establecer son los términos del debate, para evitar muchos de los errores que se repiten y que nacen precisamente de un fallido planteamiento. No tratamos de objetos (las armas) sino del comportamiento humano en relación con los mismos; por tanto, el problema no es armas sí o no, sino libertad personal en relación con las armas sí o no. El problema es la libertad individual en este ámbito y las consecuencias de su coerción por las autoridades públicas. Una clara implicación de que estemos intentando acercarnos a un comportamiento humano es que tenemos que recurrir a las ciencias de la Acción Humana, como son la economía, la historia, la sociología… Todas han hecho contribuciones al estudio del crimen y en especial en relación con la libertad en el uso de las armas de fuego, y aquí expondremos las conclusiones más sobresalientes.
Cuando hablamos de legislaciones de control de armas, nos referimos hoy a problemas muy diferentes de los suscitados en épocas precedentes. Últimamente ha surgido una contradictoria posición favorable a dicha restricción desde posturas democráticas, centradas en la reducción de los crímenes y de las muertes por accidente, que se suma a las tradicionales posturas colectivistas que han protagonizado siempre los ataques a la libertad individual, también en el uso de las armas de fuego. En los Estados Unidos ha sido la ideología racista, que negaba la condición de personas a los negros y por tanto les privaba de su derecho a portar armas, la que constituye la práctica totalidad de las proposiciones de control hasta el último medio siglo. Históricamente, es la ideología de poder, la contraria a la libertad del individuo, la que ha atentado contra esta libertad, dado su carácter de valuarte del resto de derechos y libertades
[1].
Lo que probablemente el lector piense sobre tan importante cuestión proviene de la fuente de gran parte de lo que sabemos sobre las cuestiones sociales: los medios de comunicación. En muchas ocasiones se les critica por dar una impresión equivocada de las cosas; por caer en el error, la exageración o la más desnuda mentira y cualquiera que conozca bien un tema ha pasado por la desagradable experiencia de comprobar las inexactitudes vertidas por los medios sobre dicho asunto. En el caso que abordamos la situación es la misma, y el lector lo podrá comprobar por sí mismo, ya que mucho de lo que saque de este artículo estará en violenta contradicción con lo que “sabía” o “pensaba”, lo que combinado con la aplicación del sentido común probablemente le haya llevado a una posición contraria a la libertad de armas. Cuando vemos episodios como el francotirador de Washington o los tiroteos en las escuelas y nos encendemos de indignación, es porque sufrimos con la injusta y absurda pérdida de vidas humanas. Si el deseo de que no se repitan tales acontecimientos es mayor que las ideas que tengamos previamente sobre el control de armas, tendremos que acercarnos a su estudio con honestidad y es precisamente este ánimo el que llevó al autor a acercarse a él y, al fin, a cambiar su posición previa, contraria a la libertad de armas.
Las armas tienen una doble naturaleza, una ofensiva y otra defensiva. El uso que se dé de las mismas depende no de éstas sino de la decisión de quienes disponen de ellas. Cuál es el uso predominante es precisamente lo que trataremos de dilucidar atendiendo a lo que se conoce gracias a la recolección y estudio de los datos
[2].
II. El fracaso del control de armas
Precisamente el objetivo declarado de los autores de “Armed. New Perspectives in Gun Control”, Gary Klerk y Don B. Kates
[3], es rebatir las opiniones convencionales sobre el control de armas, que ellos mismos compartían, y que son incompatibles con las enseñanzas de la moderna investigación científica. Lo primero que cabe decir es que las leyes de control de armas no pueden cumplir el que es su objetivo declarado: desarmar a los criminales. Y es que hay una relación inversa entre quienes deberían estar afectados por el control, los criminales y quienes de hecho lo están, los ciudadanos de a pie. Para los primeros la prohibición de adquirir armas nunca supone una dificultad suficiente, ya que quienes ya están fuera de la ley por otros motivos no se plantean si saltarse esta última regulación o no, en especial en la medida en que la obtención de una arma sea necesaria para llevar a cabo sus actividades criminales. Como afirma un criminalista inglés, “En cualquier sociedad, el número de armas siempre basta para armar a los pocos que las quieren obtener para usarlas ilegalmente”
[4]. El lector sabe que las leyes que prohíben el tráfico y el consumo de drogas o alcohol nunca han sido suficientemente efectivas como para hacer desaparecer su uso. Son precisamente los ciudadanos que cumplen con la ley los que están afectados por estas legislaciones, por lo que quienes desean disponer de armas para auto defenderse son los que se quedan privados de este instrumento idóneo. A ello hay que añadir que incluso cuando la adquisición de armas es legal, los criminales utilizan los conductos fuera de la ley. De hecho, los principales medios de adquirir armas por los criminales son el robo y la compra a otros ciudadanos
[5]. En definitiva, “cuando las armas están fuera de la ley, sólo los fuera de la ley tienen armas”, como reza el dicho popular.
A ello hay que añadir que criminalizar la posesión de armas pondría fuera de la ley a casi la mitad de la población en el caso de los Estados Unidos. Llevar a cabo eficazmente esa medida implicaría realizar registros en los domicilios privados para comprobar la aplicación de la prohibición de poseer armas, lo que supone un nuevo atentado a la libertad y puede ser fuente de otros más, además del coste que implicaría su conclusión. Se han llevado a cabo leyes de registro de armas, sin ningún efecto en el crimen
[6], como cabía esperar.
III. El uso defensivo de las armas
1. Número de Usos Defensivos
Como consideración previa debemos plantearnos la relevancia del aspecto defensivo de las armas. ¿Es el número de dichos usos elevado o no? Quizás habría que empezar por definir qué consideramos un uso defensivo; son los que sean, o se consideren, suficientes para repeler una agresión o un intento o amenaza de agresión. Pueden consistir en el disparo del arma, pero también se puede considerar un uso defensivo blandir el arma o hacer mención verbal o gestual a la misma, si ello bastara para retraer al atacante. El mejor estudio llevado a cabo sobre el problema
[7], elaborado por Gary Klerk y Mark Getz sobre presupuestos conservadores, revela que en los Estados Unidos se hacen unos 2,55 millones de usos defensivos anuales. La cifra es en efecto muy alta, al menos con lo esperado en un principio. De acuerdo con el autor de este estudio, al menos un 75% de éstos consisten en mostrar el arma o hacer mención a ella, sin necesidad de apuntar o realizar un disparo. Estudios posteriores sobre el número de usos defensivos ofrecen datos congruentes con el de Klerk y Getz. Para llevarlo a cabo realizaron una encuesta de grandes dimensiones en la que preguntaban a los encuestados sobre la tenencia de armas y su uso defensivo en el último y en los últimos cinco años. Hay que tener en cuenta que si bien sólo un 1% de los ciudadanos de los Estados Unidos tienen derecho a portar armas en la calle, ejercen ese derecho del 5% al 11% de los mismos, lo que abre la posibilidad de que muchos de los encuestados no confesaran al entrevistador convenientemente, ya que pese a que la confidencialidad estaba garantizada, reconocer un uso defensivo con un arma implica el reconocimiento de un acto contra la ley. Por otra parte, dado que basta mostrar el arma o hacer alusión a ella para hacer un relato efectivo de la misma, parte de los encuestados podrían haber quitado importancia a algún incidente de este tipo y no haberlo reflejado en sus respuestas.
Gary Klerk destaca que a finales de 1994 había 235 millones de armas en Estados Unidos, por lo que cerca de un 1% de las mismas están implicadas en un uso defensivo cada año. Estas armas están en manos de 93 millones de ciudadanos, por lo que un 3% de los mismos habrían hecho un uso defensivo a lo largo de un año
[8]. El mejor estudio sobre la frecuencia de los usos de armas en el crimen revela que en 1992 se cometieron unos 554.000 delitos de todo orden en los que se dio uso de armas para atacar o amenazar a las víctimas. Consecuencia de ello, los usos criminales de las armas son unas cinco veces inferiores a los defensivos
[9].
De otra parte, el mismo estudio de Klerk y Getz ha calculado entre 340.000 y 400.000 los usos defensivos en los que los encuestados creen que se ha salvado al menos una vida, una vez descartadas las respuestas más dudosas. Los datos del año-récord 1993 muestran 39.595 muertes por armas de fuego, incluyendo homicidios, suicidios, accidentes, muertes por intervenciones legales de las fuerzas de seguridad y muertos en circunstancias en las que no se puede discernir si fallecieron por accidente o por un acto con ese propósito. De este modo, aún cuando pensáramos que sólo en la mitad de las ocasiones que se aducen se salvó al menos una vida, éstas serían unas cinco veces el número de muertes por arma debidas a las más diversas causas y en un año récord en la historia de los Estados Unidos
[10].
Otro resultado interesante es que el 8,8% de los ciudadanos estadounidenses portan armas ocultas en la calle, la gran mayoría de ellas cargadas. En consecuencia, para el conjunto de la nación hay mil millones de personas-día portando armas en la calle en un año, y 1.800 millones de personas-día en el coche. De este modo, la relación entre número de personas-día y el millón de usos defensivos en la calle (de los 2,55 totales), es de menos de uno por mil. Por otro lado, es claro que la inmensa mayoría de la gente que porta armas en la calle lo hace por motivos puramente defensivos y no para cometer crímenes. En un año especialmente malo, el número de delitos con armas no alcanza el millón, por lo que mucho menos de una de cada mil ocasiones en que se porta un arma en la calle acaba en un uso criminal.
A todo esto hay que añadir que hay otros usos defensivos de las armas, como los cerca de 280.000 anuales contra animales, tales como serpientes, perros o zorros. En determinados pueblos de Estados Unidos o Canadá está prohibido salir a la calle sin un arma, dado el peligro de ataque por osos.
2. Efectividad de los Usos Defensivos
Si una posible víctima se encuentra en el trance de tener que hacer uso del arma que porta o que guarda en su casa, ¿Cuál es habitualmente el resultado? ¿Los daños infringidos por el criminal son mayores o menores cuando las víctimas hacen un uso efectivo de los medios con que cuentan para defenderse? ¿Existe la posibilidad de que el criminal robe el arma de la víctima y la utilice contra ella? ¿Se puede confiar en la policía sin necesidad de velar uno por su propia seguridad y la de los suyos?
A esta última pregunta responde el aforismo “marca el 911
[11] y muere”, dado que más del 99% de las intervenciones de la policía se dan cuando el crimen ya se ha cometido y acuden al lugar donde se ha dado lugar para indagar sobre lo ya ocurrido. Quizás sea ese el motivo por el que son más favorables a la libre disposición de armas por el ciudadano que la población general. A ello hay que añadir que la policía no tiene ni siquiera la encomienda de proteger a las víctimas durante el delito (aunque sí el deber si lo presencia en directo). Esto se ha puesto de manifiesto en varias sentencias, acordes con la historia del derecho anglosajón que defendía el derecho de autodefensa y entendía que la actuación pública sólo podía actuar para ayudar en ese cometido individual; nunca suplantarlo
[12].
A las otras cuestiones no era tan fácil contestar, al menos antes del artículo de Gary Klerk y Mark Getz al que estamos haciendo constante referencia. De acuerdo con dicho estudio, si bien muchas víctimas resultan heridas en los crímenes en los que hay un contacto entre criminal y víctima, casi nunca es después de haberse defendido. Prácticamente siempre es antes o durante la resistencia frente al agresor. Un 11,8% de las víctimas de violación resultaron heridas después de defenderse, por un 10,8% de las víctimas de asalto sexual o un 7,2% de las víctimas de robo. Si bien la no-resistencia y la sumisión al agresor pueden parecer una táctica más segura, la realidad es completamente contraria. Un 26,8% de las víctimas de violación que no se resistieron han sufrido daños adicionales, por un 27,4% de las víctimas de asalto sexual. Por lo general no resistirse a un agresor resulta en mayores daños 2.5 veces más que en las ocasiones en que las víctimas se defienden con un arma de fuego, o con otros medios, en el caso de las mujeres; En el de los hombres es 1,4 veces más seguro.
El uso defensivo de las armas no es ni más seguro ni menos que otros medios posibles
[13]. Por otro lado, prácticamente nunca acaba la víctima herida por su propia arma
[14]. Los intentos de violaciones han sido completados en un número menor de casos cuando las víctimas han hecho uso de armas de fuego para defenderse
[15]. Por tanto, el uso defensivo de las armas de fuego es efectivo desde el punto de vista de la seguridad de las víctimas. Ello tiene su reflejo en el sentimiento de seguridad de quienes adquieren armas para defenderse, según indican las encuestas.
3. Efecto disuasor sobre el crimen
Los criminales planifican su actividad como el resto de los ciudadanos, tomando en cuenta los beneficios que les pueden reportar su comportamiento y los costes y efectos negativos de cada una de las opciones consideradas. Tienen en cuenta, como cabe esperar, los riesgos que se derivan de su actividad, como el de ser apresados por la policía, llevados a juicio, condenados y finalmente forzados a cumplir las penas.
Pero añadidos a estos riesgos, los criminales tienen en cuenta en los Estados Unidos y en otros países con libertad de armas, como Suiza e Israel, la posibilidad de enfrentarse a una víctima armada. Disputándole el honor a la sociología de ser la ciencia social que demuestra lo que ya sabíamos, la criminología ha demostrado que los criminales temen encontrarse a una víctima con un arma, y que tal posibilidad la tienen en cuenta a la hora de llevar a cabo su actividad ilícita. Un estudio elaborado por los profesores James D. Wright y Peter Rossi tras entrevistar a criminales en la cárcel convictos de un robo o un crimen violento muestra que el 34% de éstos había sido “asustado, disparado, herido o capturado por una víctima armada”; El 69% dijo conocer al menos un criminal al que le habría ocurrido lo mismo, que es el 90% de los criminales que se han encontrado una víctima con un arma de fuego. Por otro lado, el 34% dice que a menudo o regularmente temía la posibilidad de ser disparado por una víctima. El 57% de los encuestados están de acuerdo con la afirmación de que “la mayoría de los criminales están más preocupados de encontrarse con una víctima armada que lo que están de tropezarse con la policía”, mientras que el 58% lo están de la aseveración de que “ un dueño de una tienda del que se sepa que posee un arma no será robado muy a menudo”, por un que 52% coincide con la frase “un criminal no molestará a una víctima de la que sepa que está armada con un arma de fuego”. El 45% de los criminales que habían pasado por la experiencia de encontrarse con una víctima armada pensaban a menudo o regularmente en la posibilidad de ser disparado por una de ellas, en lo que coinciden con el 28% de los que no han pasado por ese trance. Finalmente, el 43% de los criminales encuestados reconocen haber abandonado su actividad en algún momento de su vida porque creían o sabían que la víctima portaba un arma de fuego
[16].
Del efecto disuasor de las armas nos hablan los propios presos y el sentido común. A estos dos argumentos se ha añadido un tercero muy poderoso, derivado del análisis estadístico en relación con las armas, su regulación y el crimen. Se trata del artículo y luego del libro del economista de Chicago John R. Lott Jr. “More Guns, Less Crime. Understanding Crimen and Gun Control Laws”
[17], Es una rara habis en las ciencias sociales, ya que su publicación ha supuesto un salto de enormes proporciones en relación con lo anteriormente publicado. Para hacernos una idea, el estudio sincrónico de mayores dimensiones publicado hasta la aparición en 1996 del artículo de John Lott se centraba en 1980, y abarcaba 170 ciudades de los Estados Unidos. El estudio diacrónico de mayor calado evaluaba el período de 1973 a 1992 en cinco condados, tres de los cuales pertenecen a Florida, a los que se añaden otros dos, de Mississippi y Oregón respectivamente. John R. Lott Jr. se planteó porqué no utilizar todos los datos de que disponemos, utilizar todos los instrumentos que la sociología y la economía pone a nuestra disposición y observar los resultados. Así, “More Guns, Less Crime” examina 54.000 observaciones en los 3.054 condados y los 50 Estados de su país, en un período comprendido entre 1977 y 1992
[18]. Dado que cualquier manifestación de la actividad humana es compleja y comprende una variedad de causas, Lott se ha tomado su trabajo concienzudamente, y el resultado es un estudio que tiene en cuenta todos los factores que puedan influir en los cambios en la incidencia del crimen, lo que le diferencia de todos los trabajos anteriores. Ningún estudio ha ido tan lejos ni en la cantidad de los datos ni en el tratamiento de los mismos. John Lott ha combinado los métodos sincrónicos y de series temporales de tal modo que cada año, los cambios nacionales o regionales puedan ser separados y distinguidos de cualquier desviación local.
En 1985 ocho de los Estados que forman los Estados Unidos habían aprobado leyes que permiten portar armas de fuego escondidas. En la actualidad son 31. Un avance muy notable en esta libertad garantizada por la Segunda Enmienda y a cuyo estudio se dedica el libro del economista de Chicago ya citado. La principal ventaja de la legislación que permite llevar armas sin necesidad de mostrarlas es que los criminales no saben si la potencial víctima está armada, por lo que los beneficios que reportan quienes portan armas de fuego se proyectan sobre el conjunto de la población. John R. Lott ve en ello un problema de “externalidades” derivado de que el beneficio para el conjunto de la sociedad es mayor que el individual. El comprador carga con todos los costes de la decisión de armarse, mientras que los beneficios no se limitan a su persona por lo que Lott concluye que la cantidad de ciudadanos armados es subóptima
[19].
John Lott toma como base tanto los datos de los condados como los de los Estados para cada estimación de los resultados, que en definitiva son los siguientes: la aprobación de dichas leyes de libertad de portar armas escondidas, con base en los datos de los condados, reduce la incidencia de asesinatos y homicidios en un 7,7%, asaltos violentos en un 7,0%, violación en un 5,3%. Centrándonos en la primera estadística, si se hubiera extendido dicha legislación al conjunto de la nación se habrían salvado en 1992 1.410 vidas. Llevado el supuesto a otros crímenes, se habrían producido en el mismo año unas 4.200 violaciones, 60.400 asaltos violentos o 11.900 robos con intimidación menos. Los resultados con datos estatales son congruentes con los de condado, y resultarían en un ahorro de 1.840 vidas perdidas en homicidios y asesinatos, así como una disminución de 3.700 violaciones, 61.100 asaltos violentos y 10.990 robos con intimidación
[20]. El efecto disuasorio del crimen ocurre tanto en los condados con alto nivel de crimen como en aquellos en los que su incidencia es baja
[21].
En otro lugar, pero basándose en los mismos datos, John R. Lott ha explicado que los crímenes violentos caían un 4,1% de media por cada 1% de aumento en posesión de armas
[22]. Es posible que esta correlación esté a su vez relacionada con otros hallazgos del autor, como que los efectos positivos se acentúan con el paso del tiempo, o que la incidencia del efecto disuasor sobre el crimen es mayor en los condados y estados más populosos, que son también los que mayor densidad de población tienen, dado que éstos son los que mayor proporción de permisos tienen
[23].
4. Cambios en el comportamiento de los criminales
Una pregunta que cabe plantearse ante los datos de Lott es si los criminales adaptan su comportamiento a la situación derivada del conocimiento del derecho a portar armas simplemente cambiando la ubicación de su actividad; dirigiéndose a sitios donde los ciudadanos no cuentan con ese derecho. De ser así, los primeros resultados del economista de Chicago habrían sobrestimado los beneficios derivados de los cambios en la legislación. El propio Lott se ha formulado la misma pregunta y tras estudiar la evolución en los condados y estados vecinos, observa que en esos sitios aumenta en un primer momento la criminalidad, pero con el paso del tiempo se produce el efecto contrario, rebajándose en comparación con la incidencia del crimen antes de que el estado vecino pase una ley que permite llevar armas ocultas. Por tanto, los primeros datos obtenidos por John Lott a corto plazo sobrestiman y a largo plazo infraestiman los beneficios en la incidencia del crimen derivados de la mayor libertad de portar armas
[24]. Otra consecuencia importante de la adopción de las leyes que permiten portar armas ocultas es que los criminales que no abandonan su actividad ilícita la reajustan a la nueva situación, evitando el contacto con las potenciales víctimas. Como ilustración de este fenómeno, se puede comparar la estadística de robos en casas en los que el ladrón se encuentra con la víctima en Estados Unidos, donde suman un 13% de las ocasiones, por un 59% en el caso de Gran Bretaña
[25].
5. Un medio barato y efectivo
Una cuestión que no se nos debe escapar de la discusión es el hecho de que las armas de fuego son un medio barato de procurarse protección, y en ocasiones la única posible para familias o personas con ingresos medios o bajos. Quienes cuentan con más medios, pueden acceder a otras fórmulas privadas de obtener seguridad, como la contratación de empresas especializadas, alarmas, domótica, blindaje en la vivienda o el coche, la adquisición de viviendas en urbanizaciones privadas con infraestructura de seguridad gestionada por una empresa... Con más dinero las opciones a las que se puede recurrir ante la falta de soluciones efectivas por parte de la iniciativa pública son muchas, y muy efectivas. Pero no todo el mundo se las puede permitir. No es el caso de un arma de fuego, cuyo uso se puede extender por muchos años con total seguridad y por poco dinero.
John R. Lott ha estudiado la vertiente económica de los usos defensivos de las armas, tomando como base las estimaciones económicas de las pérdidas de las víctimas de los delitos efectuadas por el National Institute of Justice. Así, los costes ahorrados a las potenciales víctimas, es decir, a cada ciudadano, por cada nuevo permiso de armas es de 5.079 dólares en Pennsilvania o de 3.439 dólares en Oregón. Estos cálculos resultan de una determinada valoración de, por ejemplo, las pérdidas humanas producidas por asesinatos y homicidios, que constituyen el grueso de los costes calculados. Cuanto más se valoren estas pérdidas, mayores son los ahorros calculados en términos económicos
[26]. Por lo que se refiere al coste, asumiendo un tipo de interés del 5% y en el caso de una amortización a diez años, la compra de un arma de mano por 300 dólares supondría un gasto por año de 43 dólares en Pennsilvania, considerando el coste de la licencia allí. En Oregón serían algo mayores.
IV. Otros aspectos de importancia
1. Ciudadanos Locos
Por muy aventurada que pueda parecer la idea, muchos defienden que la mera posesión de armas transforma a los ciudadanos hasta el momento cumplidores con la ley en potenciales criminales. Que un objeto pueda condicionar el comportamiento humano es una idea tan peregrina que sólo con enunciarla se muestra su debilidad. Por si fuera necesario acudir a ellos, hay datos que muestran la futilidad de la idea del ciudadano devenido criminal.
Quizá convenga empezar por hacer un perfil del dueño de las armas. En los Estados Unidos, quienes han hecho usos defensivos de sus armas no son más partidarios de la pena de muerte o de la afirmación de que los tribunales deberían ser más duros con los criminales que el resto de la población, ni muestran un comportamiento más violento. Los ciudadanos que poseen armas tiene un nivel económico ligeramente superior al de la media y su nivel de educación es asimismo superior. Estos datos deben acercarnos al hecho de que el poseedor medio de armas es un ciudadano prácticamente como el resto de la ciudadanía, lejos de todos los tópicos que desde diversos sitios se inventan con tal de denigrar a éstos. Es más; quienes poseen armas son más solidarios con los ciudadanos que el resto de la población, lo que ha dado lugar en la literatura sobre las armas a la figura del “buen samaritano”. Y es que un estudio muestra que los dueños de armas han rescatado a víctimas o arrestado a criminales violentos 2,5 veces más que los demás
[27].
Por lo que se refiere a las cuestión principal, si una sociedad armada llevaría a los ciudadanos disparándose unos a otros, bastará saber que las leyes permiten portar armas ocultas en 31 estados de los Estados Unidos, algunas de ellas tienen varias décadas de antigüedad, y en una única ocasión ha realizado disparos el dueño de un arma con todos los permisos en un incidente como una discusión de tráfico. Y fue en defensa propia
[28]. En el 90% de los casos, los homicidas adultos tienen un historial delictivo previo. Mayoritariamente son varones jóvenes con bajo coeficiente intelectual y dificultades de relacionarse con los demás. Un perfil muy alejado del ciudadano medio.
Pero como estamos estudiando los efectos de la libertad de armas, lo mejor será recurrir de nuevo al estudio de John R. Lott, por el que sabemos que en 1988 el número de muertes causadas por accidentes fue de 200, 22 en estados con leyes que permiten llevar armas ocultas y 178 en el resto. Tomando como base los datos de los condados entre 1982 y 1992, Lott calcula las consecuencias de extender la legislación más permisiva sobre el conjunto de los Estados Unidos en 1992. Con 186 millones de personas que viven en ese país sin leyes que permiten portar armas ocultas, se produciría un aumento de muertes por accidente de nueve personas. El resultado no tiene significación estadística.
2. Mujeres y Negros
Hay dos grupos sociales que en general destacan por luchar en favor de un mayor control de armas: las mujeres y los negros. En ambos casos la situación es paradójica, ya que son precisamente los más beneficiados de la aprobación de leyes de libertad de armas. Por lo que se refiere a las mujeres, la protección extra que reciben por la adquisición de un arma es mayor que en el caso de los hombres, quizás porque en principio cuentan con menos capacidad de defenderse valiéndose solamente de sus fuerzas. Pero el grupo racial de los negros es el más beneficiado de la adopción de dichas leyes. Si a ello añadimos que los intentos de restringir la libertad de portar armas han estado tradicionalmente ligados a movimientos esclavistas y contrarios a los derechos de los negros, la paradoja se hace aún mayor
[29].
3. Tiroteos públicos
Lo que tenemos en mente cuando pensamos en la libertad de armas en los Estados Unidos son los episodios de tiroteos públicos, como los ocurridos en empresas por trabajadores despedidos o en colegios, como en el caso de Columbine. Pero esa asociación es falsa, ya que una vez se adoptan las legislaciones que permiten llevar armas acaban en cuatro o cinco años con esos episodios. Sólo en los estados en los que el asaltante sabe que no puede contar con defensa efectiva por parte del público en general se siguen sucediendo tiroteos públicos
[30].
Del otoño de 1997 a la primavera de 2002, han muerto en los Estados Unidos 22 adolescentes en el colegio por armas de fuego (incluyendo peleas de bandas, robos, accidentes y tiroteos públicos); una tasa anual de una muerte por cada cuatro millones de estudiantes. Si multiplicáramos por cien la estadística de tiroteos públicos en colegios, seguiría sin entrar en la categoría de “evento raro” estadísticamente. Esto da una idea de la magnitud del problema, pero si decidimos obviarlo y nos centramos en las 22 vidas humanas que se han perdido, hay que recordar que todas las muertes han tenido lugar en las zonas denominadas “gun-free” (libres de armas).
Richard Poe
[31] nos recuerda que en un pasado cercano, de dos generaciones atrás, antes de que proliferaran las legislaciones restrictivas de la libertad de llevar armas, se les enseñaba a los niños a utilizar armas con seguridad y responsabilidad. Entonces no se producían los tiroteos en las escuelas, que se han convertido en todo un género desde que se ha empezado a restringir el derecho reconocido en la Segunda Enmienda.
4. Accidentes
En los Estados Unidos de abril de 2000 hay un menor número absoluto de accidentes derivados del uso de armas de fuego que las que había en 1903, según David Kopel, citado por Richard Poe
[32]. Y eso teniendo en cuenta que tanto el número de armas como el número de personas que acceden a ellas se ha multiplicado en un siglo de historia, lo que indica que la seguridad asociada al uso de las armas de fuego no ha dejado de mejorar. No obstante, ¿Estamos hablando de un problema de grandes dimensiones? ¿En qué medida contrarresta la estadística de accidentes por uso de armas los beneficios en la minoración de los crímenes la libre disposición de las mismas? El número de muertes por accidente relacionado con armas fue de 200 en 1995 para menores de catorce años. En comparación con esta desgraciada estadística, se puede citar el número de niños muertos anualmente en accidente de tráfico (2.900), o el de los que perdieron la vida ahogados en piscinas (950) o los cerca de mil que murieron por un mal uso de fuegos y encendedores. Habitualmente la cifra anual de muertes de niños en bicicleta supera la citada de muertes en accidente con armas de fuego
[33]. Unas muertes no contrarrestan otras, pero estos datos nos sitúan en la magnitud del problema.
Por otro lado, al igual que ocurre con las personas que comenten crímenes con armas, las que son protagonistas de accidentes con ellas no son ni mucho menos representativas del ciudadano medio. Por el contrario, tienen un historial que muestra un carácter irresponsable y un constante desprecio por la vida humana y por los bienes. Si comparamos las armas con los coches, un bien que la mayoría tenemos a mano y manejamos con habitualidad, éstas son instrumentos muy sencillos, y su uso responsable es extremadamente seguro; el número de accidentes con armas por cada 100.000 habitantes está habitualmente entre el 4% y el 6% del número de accidentes de coches por 100.000 habitantes.
Los estudios empíricos demuestran que en los accidentes con armas ha habido de forma mayoritaria un uso indebido o irresponsable. El mismo estudio revela que quien ha estado implicado en accidentes con armas de fuego “están desproporcionadamente implicados en otros accidentes, crímenes violentos y abuso del alcohol”, y en muchas ocasiones de otras substancias que alteran el comportamiento. En la inmensa mayoría de los casos de accidentes de niños, sus padres entran en el perfil descrito
[34]. El ciudadano que hace un uso adecuado del arma de fuego no tiene porqué entrar en la desagradable estadística de fallecimientos por accidentes.
Pero como estamos estudiando los efectos de la libertad de armas, lo mejor será recurrir de nuevo al estudio de John R. Lott, por el que sabemos que en 1988 el número de muertes causadas por accidentes fue de 200, 22 en estados con leyes que permiten llevar armas ocultas y 178 en el resto. Tomando como base los datos de los condados entre 1982 y 1992, Lott calcula las consecuencias de extender la legislación más permisiva sobre el conjunto de los Estados Unidos en 1992. Con 186 millones de personas que viven en ese país sin leyes que permiten portar armas ocultas, se produciría un aumento de muertes por accidente de nueve personas. El resultado no tiene significación estadística.
5. La excepción americana
La crítica al libre uso de las armas se une con el acendrado antiamericanismo de nuestra sociedad, que encuentra en los supuestos efectos negativos de la libertad de armas un motivo más de crítica. Como muchas otras, esta carece de fundamento
[35]. En primer lugar Estados Unidos tiene un nivel de homicidios por habitantes comparables con otras democracias occidentales
[36]. La primera democracia del mundo no es la única en permitir libertad de armas. Otros países con una población que posee armas en igual proporción, como Suiza, Finlandia o Nueva Zelanda, tienen menor incidencia de la criminalidad. Gran Bretaña, que lleva seis años con la aplicación de una estricta legislación de control de armas, ha superado a los Estados Unidos en esa desagradable estadística. Suiza tiene un 40% menos de criminalidad que Alemania, y Nueva Zelanda también queda por debajo de Australia en crimen, con una legislación sobre el libre uso de las armas contrapuesta. Israel tiene un porcentaje de la población con armas mayor que el de los Estados Unidos, y una incidencia del crimen por debajo de Canadá
[37]. En las comparaciones que se hacen entre los Estados Unidos y otros países con controles de armas no se tiene en cuenta que hay otros factores sociales y económicos que inciden en esas diferencias; cabe recordar que las diferencias entre Estados Unidos y Europa Occidental eran mayores cuando el Viejo Continente empezó a adoptar legislaciones contrarias a la libertad de armas, lideradas por Alemania. Tampoco se destaca que cuando en Estados Unidos se disparó la criminalidad a mediados de los 60’, ésta aumentó a mayor velocidad en las naciones que mantienen el control de armas. Tampoco se acuden a comparaciones que minimizan los factores puramente culturales. Se cita como ejemplo de baja criminalidad con control de armas a Japón, en claro contraste con los Estados Unidos. Pero se debería tener en cuenta que los japoneses en su país tienen una tasa de homicidios 2,3 veces mayor que la de los compatriotas que viven en los Estados Unidos
Como claro ejemplo de las dificultades a la hora de hacer comparaciones internacionales, hay que hacer notar que las estadísticas de crimen en Japón no incluyen los asesinatos de familiares o los suicidios, que forman parte de la cultura tradicional de ese país. En Gran Bretaña las estadísticas de homicidio o asesinato no incluyen los muertos por la actividad terrorista del IRA, mientras que en Estados Unidos se incluye cualquier muerte causada por cualquier medio. Las comparaciones en muchas ocasiones, como es el caso de Bowling for Columbine, tienen en cuenta sólo las muertes por armas de fuego. Los muertos por armas blancas son mucho mayores en número en Gran Bretaña que en Estados Unidos, cuando lo más importante es cómo evitar las muertes, no el medio con el que se llevan a cabo.
V. Una mirada a España
1. Violencia Doméstica
El año pasado, 68 personas murieron a manos de sus actuales o anteriores parejas, 52 de ellas mujeres, mientras que la estadística de 2003 hasta abril arroja 23 víctimas más, 21 de ellas mujeres. En el típico caso de violencia doméstica, el hombre veja y ataca a la mujer en repetidas ocasiones, con amenazas de nuevos ataques o incluso de muerte. Si la mujer atesora el valor de separarse, en caso de que cuente con los medios de hacerlo, las amenazas se mantienen pese a la ruptura de la relación. Ni las denuncias ante la policía ni las que llegan al Juez son impedimento para el agresor, que cumple las amenazas lanzadas repetidas veces. El español medio observa con indignación la impotencia de las denunciantes de los malos tratos, que aún con el apoyo de instituciones públicas y privadas y a las palabras de políticos y responsables públicos. El problema no mengua, sino que continúa con toda su crudeza.
La palabra que resume la situación de las víctimas de los malos tratos es la indefensión. Por esta razón, a ellas con más razón que a cualquier ciudadano, se les debería respetar el derecho a la autodefensa. Permitirles el uso de armas de fuego y enseñarles a utilizarlas de forma efectiva, segura y responsable es el mejor camino para acabar con la mortal estadística de las víctimas de la violencia doméstica. Merece la pena recordar el episodio de Orlando, en Florida, donde se lanzó, en 1966, una campaña en la que enseñaba a las mujeres de la ciudad a utilizar armas de fuego; una campaña que alcanzó a 2.500 personas. Orlando pasó a ser la única ciudad de los Estados Unidos en la que descendió el número de violaciones, y lo hizo en un 88%, mientras que, concomitantemente, el número de robos por persona cayó asimismo en un 25%. Cuatro años después de llevado a cabo el plan, el número de violaciones era un 13% inferior al anterior al plan, mientras que el de las ciudades de la zona habían aumentado un 306%
[38]. Permitir el uso de las armas de fuego para defenderse retraería a algunos de los posibles homicidas y salvaría las vidas de muchas mujeres que actualmente viven amenazadas sin saber si aparecerán en el Telediario como nuevas víctimas de la “violencia de género”. Si en alguno de los casos la pérdida de una vida humana fuera inevitable, ya no sería la de la mujer acosada y atacada, sino la del hasta entonces impune maltratador.
2. Terrorismo
España sigue azotada por el terrorismo etarra, pese a los enormes avances que en la lucha contra el grupo asesino se han llevado a cabo en los últimos años. Miles de personas viven con la permanente amenaza del coche o del paquete bomba, del secuestro o del tiro en la nuca. Parte de la clase política, de los trabajadores de los medios de comunicación o de los empresarios se han ganado el perdón temporal de ETA por su velada defensa de sus posiciones, caso de PNV o EA, o por el pago del impuesto revolucionario. Pero no todos están dispuestos a acompañar al grupo terrorista en sus veleidades políticas o a engordar sus cuentas, y tienen que granjearse medios para su propia seguridad. Los partidos políticos constitucionalistas (PSOE y PP) están realizando un enorme esfuerzo para proporcionar a sus militantes más representativos los servicios de guardaespaldas. Pero ni llega a todos los directamente amenazados por ETA ni sólo los políticos sufren la actividad terrorista. Para ellos el acceso a las armas de fuego supondría un medio eficaz y barato para proporcionarse algo de seguridad frente a la banda nacional-comunista.
Sería interesante recordar un evento que tuvo lugar en otro país que sufre el azote del terrorismo: Israel. Allí, tres terroristas entraron en un MacDonalds con la intención de ametrallar a quienes disfrutaban de su tiempo de ocio. Sólo les dio tiempo a matar a una persona antes de que los ciudadanos israelíes, que tienen derecho a portar armas, reaccionaran disparando contra los asaltantes. La prensa del día siguiente reflejó que los terroristas se dolían de no haberse dado cuenta de que se enfrentaban a una ciudadanía armada. Su plan consistía en sembrar de muertes y terror sitios abarrotados de gente antes de que la policía o el ejército llegaran a la zona. La reacción ciudadana frenó a los terroristas porque contó con los medios para ello
[39].
VI. Conclusión
El derecho a la vida es el derecho a procurársela y a defenderla. Por tanto, la autodefensa es parte de los derechos fundamentales del hombre, como han reconocido autores como Algernon Sydney o William Blackstone. La tradición anglosajona, que ha permitido dar lugar a naciones como Gran Bretaña o Estados Unidos, verdaderas lumbreras en la historia de la libertad, distingue los hombres armados de los esclavos. Un dicho suizo relaciona la posesión de armas con el poder político, de tal modo que una sociedad armada es una sociedad democrática. Ellos lo saben bien, ya que han mantenido sus libertades por ochocientos años gracias no haber renunciado a la de armarse. Desde el punto de vista ético, los ataques a la libertad de armas son tan condenables como los ataques a cualquier aspecto de la libertad del hombre. Pero la libertad, que sería defendible por sí misma, es asimismo deseable por los beneficiosos efectos a que da lugar, de tal modo que tiene siempre una doble naturaleza: una ética y otra utilitarista o práctica. Si bien la primera es la más importante, la segunda cara de la moneda, que por fortuna siempre le acompaña, no deja de serlo. Ambas vertientes de la libertad del hombre forman parte de la naturaleza del hombre y en el caso particular de la libertad de armas se revela una vez más, ya que demuestra que, como afirma el título que encabeza el artículo, salva vidas.
[1] Sobre la ideología del poder, véase Murria N. Rothbard, “For a New Liberty. The Libertarian Manifesto” Fox & Wilkes, San Francisco, 1996, págs 54-69. Como ilustración de esta ideología, cabe recordar que en 1588 el Shogun Hideyoshi desarmó a la población durante el periodo que se conoce como “La Gran Cacería de la Espada”, en la que decretó que “la posesión de instrumentos (de guerra) innecesarios hacen difícil la recolección de impuestos y derechos y tiende a fomentar los levantamientos”.
[2] Los datos que se van a ofrecer, salvo indicación en contrario, se refieren a los Estados Unidos, ya que son los estudiados por los autores citados.
[3] Vease “Armed. New Perspectives on Gun Control”. Gary Klerk y Don B. Kates. Prometheus Books, Nueva York, 2001. En adelante, Klerk y Kates.
[4] Op. Cit., pág 37. Véase también la reflexión de Richard Poe en su “The Seven Myths of Gun Control. Reclaming the Truth about Guns, Crime and the Second Admentent”, Forum, Roseville, Ca. 2001, pág 20.
[5] Klerk y Kates, pág 140 y 162.
[6] Op. Cit., pág 162.
[7] Sobre este aspecto, véase el capítulo VI de Klerk y Kates. Merece la pena citar a un conocido criminalista sobre el estudio de Gary Klerk y Mark Getz: “Soy tan fuerte partidario del control de armas como el que se pueda encontrar entre los criminalistas de este país. Si yo [tuviera el poder]... eliminaría TODAS las armas de la población civil y puede que incluso de la policía. Odio las armas, instrumentos feos y desagradables, diseñados para matar personas. No obstante, la solidez metodológica del presente estudio de Klerk y Gertz es clara. No puedo debatir sobre él más allá. El estudio de Klerk y Getz me impresionó por el cuidado que muestran los autores y por la sutileza con la que examinan los datos metodológicamente. No me gustan sus conclusiones de que la posesión de un arma puede ser útil, pero no puedo criticar su metodología. Han tratado denodadamente de tratar por adelantado todas las objeciones, y lo han hecho en sobradamente bien”. Citado en Op. Cit., pág 16. El estudio de los dos criminalistas de titula Armed Resistance to Crime: The Prevalence and Nature of Self-Defense With a Gun, Journal of Criminal Law & Criminology 86 (1995): 150-87. También se puede encontrar en Philip J. Cook and Jens Ludwig, “Guns in America”. The Police Foundation, Washington D.C., 1997.
[8] Op. Cit., pág 222.
[9] Op Cit., pág 267.
[10] Op Cit., pág 312. Se pueden leer dramáticos ejemplos históricos de ciudadanos estadounidenses que han salvado sus vidas y las de conciudadanos suyos en el libro de Robert A. Waters “Guns Save Lives: True Stories of American Defending Their Lives With Firearms”, Loompanics Unlimited, 2002. Es la continuación de su anterior “The Best Defense: true Stories of Intended Victims Who Defend Themselves With a Firearm”, Cumberland House, 1998.
[11] El 911 es el teléfono de la policía en los Estados Unidos.
[12] De hecho, en un contexto más amplio, la posesión de armas es sólo una de las respuestas privadas a la necesidad de protección frente a la inseguridad y el delito. Ante el fracaso de la publificación del control del crimen, tradicionalmente llevado a cabo por instituciones privadas, éstas están retomando protagonismo en las últimas décadas. Sobre el asunto se puede consultar el artículo de Brunce L. Benson Guns for Protection, and Oter Private Sector Responses to the Goverment’s Failure to Control Crime, The Journal of Libertarian Studies, Vol. VIII, No. 1 (Winter, 1986), pp 75-109 y su reciente “To Serve and Protect. Privatization and Community in Criminal Justice”, The Independient Institute, Nueva York, 1998.
[13] Klerk y Kates, págs 290-291. Por otro lado los mismos autores nos informan en la página 292 que sólo un 0,6% de las víctimas que han hecho uso de un arma han necesitado asistencia médica.
[14] Op. Cit., págs 292 y 296. Es asimismo la conclusión del estudio citado por John R. Lott Jr. en su obra “More Guns, Less Crime. Understanding Crime and Gun Control Laws”, The University of Chicago Press, Chicago, 1998. En adelante, Lott.
[15] Op. Cit., pág 294.
[16] Op. Cit., pág 41 y 319-320. El estudio fue realizado a 1.874 criminales de 10 estados de los Estados Unidos. Se titula “Armed an Considered Dangerous: A Survey on Felons and Their Firearms”, Aldine, Nueva York, 1986. Los autores, James Wright y Peter Rossi, concibieron el estudio para mostrar la futilidad de la idea de que la posesión de armas por el público retrae a los potenciales criminales, pero sus propios resultados les sorprendieron al mostrar lo contrario de lo esperado.
[17] Citado en la nota 14. Los casos particulares en que se podrían observar los efectos sobre el crimen de la libertad y del control de armas apuntan en el mismo sentido. El más famoso quizás sea el de Orlando, que queda explicado más abajo. También se pueden citar otros, como la huelga de la policía en 1974 en Alburquerque, a la que la población reaccionó organizando patrullas de vigilancia ciudadana, con efectos espectaculares en el descenso del crimen. En marzo de 1982 la ciudad de Kennesaw, en Georgia, dictó una ley que obligaba a los ciudadanos a tener un arma en sus casas. En los dos años siguientes el número de robos domiciliario descendió de los 65 del 1981 a los 26 en 1982 y a 11 en 1983. Varios programas de cursos de utilización de armas a los dueños de tiendas han tenido como efecto una drástica caída en los atracos a los establecimientos, por ejemplo en Hihgland Park, en Michigan o en Nueva Orleáns. El mismo efecto se produjo en Detroit después de que una organización de ultramarinos de la ciudad tomara una medida semejante.
[18] Recientemente ha publicado un artículo titulado significativamente Confirming More Guns, Less Crime, American Enterprise Institute, 9 de diciembre de 2002, en el que amplía el período de análisis al año 2000. El valor de los datos obtenidos al ampliar el análisis es parecido, y el sentido es exactamente igual. Las conclusiones del libro no se debilitan sino que se reconfirman con la ampliación del período considerado.
[19] Op. Cit., pág 110.
[20] Op. Cit., páginas 51-58.
[21] Op. Cit., pág 62.
[22] Op. Cit., pág 114.
[23] Op. Cit., páginas 73, 62 y 81.
[24] Op. Cit., pág 91-93.
[25] Op. Cit., pág 54.
[26] Op. Cit., págs 55 y 109. Lott concluye en la página 115 que “Las evidencias implican que las armas ocultas son el método más efectivo económicamente de reducir el crimen que haya sido analizado nunca por los economistas; producen un mayor resultado que un aumento en el cumplimiento de las leyes o en la encarcelación, otros dispositivos de seguridad privados o programas sociales como la temprana intervención educativa”. Los datos del coste anual de la tenencia de armas los ofrece el autor en la página 110.
[27] Klerk y Kates, pág 54.
[28] Op. Cit., pág 12.
[29] Op. Cit., págs 62 y 68.
[30] Op. Cit. pág 100-101 y 115. Como cabe esperar, los países que tienen estrictos controles de armas no se escapan al efecto que se deriva el que quienes planean realizar tiroteos en zonas públicas sepan que no encontrarán la respuesta armada de nadie. Cabe recordar el caso de Alemania el pasado 26 de abril de 2000, en el que murieron 16 personas. Los ciudadanos alemanes no tienen el derecho de adquirir un arma a no ser que demuestren que hay una amenaza específica, pero como demuestra el caso referido, no todos los peligros se pueden prever con antelación.
[31] Poe, 8.
[32] Op. Cit., pág 121.
[33] Op. Cit., pág 9.
[34] Véase el capítulo séptimo de la obra de Don B. Kates “Point Black: Guns and Violence in America”, Aldine de Gruyter, Hawthorne, NY., 1991.
[35] Sobre el antiamericanismo, véase Jean François Revel. “La Obsesión Antiamericana. Dinámica, Causas e Incongruencias”. Tendencias, Barcelona, 2003.
[36] Klerk y Kates, pág 61. Hay que tener en cuenta que los datos reflejados en esta obra no dan cuenta de la evolución de la última década, en la que la criminalidad en Estados Unidos ha decrecido, mientras que en Europa ha aumentado, hasta el punto de que esta última ha sobrepasado a la estadounidense. A este respecto, véase el artículo America the Safe. Why Europe´s Crime Rates have Surpassed Ours, de Eli Lehrer, publicado por IEA. El autor cita como principales causas la creciente localización de la gestión policial y el aumento de las penas como principales responsables de esa evolución. Atendiendo a los datos sobre los principales factores que inciden en el crimen aportados por Lott en la obra citada y por Bruce Benson, Op Cit., las principales causas bien podrían ser otras. El criminalista Joyce Lee Malcolm, autor de la obra “Guns & Violence: The English Expierence”, Harvard University Press, Cambridge, Mass, 2000., apunta directamente a la legislación de 1997 que prácticamente acaba con la libertad de armas en Gran Bretaña como la principal causa del aumento del número de delitos que ha tenido lugar precisamente con la aplicación de dicha norma en su artículo Gun Control’s Twisted Outcome. Véase asimismo la nota número 18.
[37] Michael Moore debería haber hecho uso de estos datos en su celebrado Bowling for Columbine. Sobre estos asuntos me he basado en el artículo de John Lott Gun Control Advocates Purvey Deadly Myths, publicado el 11 de noviembre de 1998 en el Wall Street Journal.
[38] Alan Krug The Relationship between Firearms Ownerships and Crime: A Statistical Analisys. Journal of Law and Contemporary Problems, 49. Winter 1986. 35-47.
[39] Para los escépticos sobre la capacidad de defensa que proporcionan las armas cuando una parte de la sociedad está amenazada por un grupo criminal llevado por ideologías genocidas, valdrá recurrir al clásico ejemplo de los judíos que se atrincheraron con unas pocas armas en un gueto de Varsovia, cuando los socialistas alemanes la habían convertido en un campo de prisioneros. Una vívida recreación de ese episodio heroico se debe a John Ross en su “Unintended Consecuences” Accurate Press, St. Louis, Missouri, 1996, págs 70-88. La novela histórica de Ross es un valioso esfuerzo por dar a conocer la cultura de las armas y alguno de los episodios más relevantes de su reciente historia.
Autor:
José Carlos Rodríguez